Aquest és el segon relat d'un estudiant de l'assignatura de Coetanis. Tal com us vaig prometre, els aniré penjant. Està escrit en castellà perquè l'autora, Sara Mortreux, el va confegir en un taller d'escriptura al qual va assistir. Com veureu, es tracta d'un text molt postmodern i, per tant, s'escau perfectament en el nostre curs. D'altra banda, heu de saber que la història havia de contenir un requisit, un motiu. En aquest cas, el motiu era "l'esternut". A mi em sembla que la Sara va ser molt imaginativa, metaliteratura inclosa, i se'n va sortir molt bé.
Que en gaudiu força!
Altum silentium
Leopoldo
tenía la costumbre de tomar un café en una terraza de la Plaça del Pi. Era un
hombre inconfundible, ¿sabe usted? Con una boina y una pipa siempre en la mano, observaba
la gente de su alrededor y anotaba en una libreta todo aquello que creía
interesante. Por aquel entonces, quería, o creía tal vez, ser capaz de
escribir el rastro que el ser humano dejaba en el mundo.
Describía
las páginas dobladas de su libro, las notas que lectores anteriores habían
dejado, las cartas que había recibido, el reloj de su bisabuelo, el golpe que
un día su padre dio en la pared de su habitación, los cementerios modernos, repletos de cadáveres que se distribuían por filas y columnas y que se
expandían terriblemente por la ciudad, los escarabajos, las esculturas clásicas
que había visitado con sus padres muchos años antes de fallecer, el perfume de
su abuela, los libros de la biblioteca familiar, los apuntes de la universidad.
Yo, que en aquel entonces ejercía como su narrador omnisciente, escuchaba constantemente
todo lo que pasaba por la mente de Leopoldo. Eran unas noches terribles, ¿sabe
usted? Él no era partidario de las elipsis porque, a su parecer, eliminaban el
rastro de muchos de los acontecimientos de la vida cotidiana de los personajes.
Así que, sin horarios y sin límite alguno, narraba en tercera persona del
singular todo lo que había anotado mientras tomaba un café en la Plaça del Pi,
así como sus actos y pensamientos que, para Leopoldo, eran una prueba más de su
paso por el mundo.
No sé si
tal vez fueron los años, que sospecho degradaban las relaciones, o su
escritura constante lo que convirtió nuestra relación, que en su juventud nos
proporcionaba un cierto placer, en una relación enfermiza, obsesiva. Leopoldo
sabía que había envejecido, que cada vez disponía de menos tiempo para escribir un rastro que existiera in saecula saeculorum. Y yo, que intuía que sólo
era un instrumento más para terminar su obra a tiempo, consciente o
inconscientemente, estornudé. Y, sin apenas percatarme, borré las páginas
dobladas, las notas, las cartas, el reloj de su bisabuelo, el golpe en la
pared, los cementerios, las esculturas clásicas, el perfume de su abuela, los
libros, los apuntes y todo lo que había escrito a lo largo de su vida. Desde
entonces nunca más he vuelto a saber nada de Leopoldo y, acechado por un
silencio terrible, lo busco entre las páginas de su cuaderno.
Sara Mortreux
I tant que se'n va sortir bé! Un esternut oportú, o no? M'agrada.
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